Después del Día de los Enamorados,
quizás sea el de la Amistad uno de los más superficiales del calendario de
celebraciones de nuestra sociedad. Es una fecha que cada año convoca a la
reunión distendida y festiva; sirve de excusa para el reencuentro, además, a
dinamizar un poco la economía. Sin embargo, a pesar de su valor, como realidad
humana y social, es necesario reconocer que es uno de los conceptos actuales
más "manoseados", pues, así como a cualquier tipo de experiencias se
le llama "amor", también tendemos a denominar amistad a relaciones
más bien de complicidad o adulonería. Preferimos los amigos que asienten todo y
evitan criticar algo; siempre con el respaldo de hueco refrán: "Y si te
hace feliz, hacelo".
En este tema hace falta también un
espíritu de autocrítica, pues no pocas veces eliminado de nuestra lista de
"amigos" a aquellas personas que molestan por su sinceridad y el
hábito de decir las cosas de frente, de buena o mala forma, pero hablando con
la verdad, y llamando al pan, pan, y al vino, vino. Lastimosamente eso molesta,
y a esos amigos, los preferimos lejos. Sin embargo, al final, son estos quienes
permiten el crecimiento, aunque no sea fácil tenerlos cerca.
Y la corrección es más aceptable
–aunque no menos punzante– cuando está acompañada del afecto y la preocupación
por el bien integral del otro, el cuidado de su dignidad, incluyendo errores,
debilidades e incompetencias. Esto no debe faltar.
Se trata de una experiencia que desea
todo ser humano, pues detrás de la amistad está la aceptación de la persona, el
reconocimiento de la existencia propia y ajena; la valoración del pensamiento y
la posibilidad de vivir las etapas –y vicisitudes– de la existencia junto a un
semejante, lo que torna todo más llevadero.
Es triste la vida de un hombre sin
amigos, así como de aquel que prefiere la soledad como refugio de su baja
autoestima y forma de no mirarse a sí mismo. Dicen que la amistad, entendida en
su significado más verdadero, es aquella que permite al otro enfrentar y asumir
la realidad, en toda su dimensión, sabiéndose acompañado.
El hombre de hoy no necesita cosas
nuevas, sino un modo nuevo de ver las cosas de siempre, y, sin dudas, el ámbito
por excelencia para ello es el de la genuina amistad; aquella que no teme decir
la verdad, al tiempo de transmitir esperanza y comunicar la certeza de que vale
la pena vivir. No en vano se dice que quien encuentra un amigo, pero de
aquellos que también saben molestar, halla realmente un tesoro.