Ya tiene una magnífica e incorregible 1° Temporada, demuestra que tal vez no existan adjetivos calificativos suficientes para clasificarla, desde ahora una fuerte candidata para una lluvia de premiaciones.
The Crown, más que contar parte de la historia de la vida de la Reina Isabel II, más allá de eso; el objetivo del ambicioso trabajo del guionista Peter Morgan, es aproximarse, como el título deja muy claro, a La Corona, la monarquía sobretodo, hasta por encima de los coronados y de los monarcas, y justificando su existencia aparentemente anacrónica en pleno siglo XX.
La estructura narrativa escogida, no podría ser más acertada, con cada episodio lidiando con un tema en particular, van hilvanando, se van cosiendo en sucesión de hechos que, cuando vistos en conjunto, ganan perfecta cadencia, con un buen compás y fluidez, contando una gran y espectacular historia mayor.
Para hacer frente a lo extraño que una visión "bajo el microscopio" podría causar que algunas personas como nosotros, tan poco acostumbrados a la estructura del gobierno británico, una monarquía constitucional, el guionista hace un estratégico CLOSE CERTO en Elizabeth, y todas sus inquietudes o problemas con los cuales tiene que lidiar día a día, sean cuestiones de estado o familiares. Humanizando de forma sorprendentemente natural a los miembros de la Corona. Desnudándolos completamente de toda la pomposa actuación a la cual están sometidos por los medios y la etiqueta o las actitudes políticamente correctas, solamente para demostrar aún más patente y literal el peso que cada uno tiene que cargar sobre sus hombros, y sobre sus cabezas.
Y toda esta majestuosa obra está representada por un diseño de producción exquisito que parece no haber sufrido ningún tipo de restricción presupuestaria, y ha recibido toda la bendición de la familia real (algo muy poco probable dada las cuestiones que aborda la serie sin pudor). Cada detalle es suntuoso, cada escenario se detalla hasta el límite y cada set de filmación parece captar la estructura entera de tamaño inconmensurable que parece venir directamente de leyendas artúricas de J. R. R. Tolkien.
Podría seguir hablando sobre los escenarios, la iluminación y las actuaciones pero para no alargar demasiado esto, (ya que no soy una crítica certificada para hacerlo) sólo voy a cerrar diciendo que; Hans Zimmer no me decepcionó con sus arreglos y su banda sonora.