lunes, 30 de agosto de 2010

Una sonrisa no cuesta nada, pero da mucho. Enriquece a aquellos que la reciben, sin empobrecer a aquellos que la dan.


Toma tan sólo un momento, pero su recuerdo, a veces, dura para siempre.

Ninguno es tan rico ni poderoso que pueda sobrevivir sin ella, y nadie es tan pobre que no pueda enriquecerse con ella.

Una sonrisa crea felicidad en el hogar, promueve buena voluntad en los negocios, y es la contraseña de la amistad.

Ella trae descanso al cansado, alegría al descorazonado, luz al triste y es el antídoto de la naturaleza para las preocupaciones.

Y sin embargo, ella no puede ser comprada, prestada, o robada, ni se la puede solicitar con ruegos, porque es algo que no tiene valor para nadie hasta que es regalada.

Alguna gente está demasiado cansada para darnos una sonrisa; démosle una de las nuestras, ya que nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquel que ya no tiene más de ellas que dar.

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