martes, 24 de abril de 2012

La sudamericanización del Primer Mundo.


Algo le pasa al primer mundo. Se están sudamericanizando. Están haciendo cosas que, según ellos, solo las hacíamos nosotros, los sudacas. Bastan tres ejemplos de esta semana para que me entienda.
Caso 1: el rey de España, don Juan Carlos, se fractura la cadera durante un safari en Botsuana. Si no fuera por el accidente, los españoles no se enterarían de sus vacaciones ni se hubiera publicado la, hoy impúdicamente célebre, foto de su majestad frente a la presa abatida: un elefante. El monarca aceptó la invitación de un millonario árabe para cazar un animal en vías de extinción y por cuya supervivencia trabajan entidades ambientalistas. Para más inri -por usar una expresión típicamente española- el rey es presidente de honor de la más prestigiosa de las mismas: la WWF.
La estupefacción mundial ante esa conducta volvió a poner en discusión la necesidad de que en este siglo existan aún las anacrónicas monarquías hereditarias. Antes, actos tan procaces solo ocurrían en republiquetas sudamericanas gobernadas por dictadores lascivos y poco cultivados.
Caso 2: un número considerable de miembros del servicio secreto norteamericano, destinado a proteger la integridad del presidente Obama en la Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, contrata a igual cantidad de prostitutas para una noche de juerga desenfrenada en el hoy impúdicamente célebre Hotel Caribe. Para el imaginario colectivo de sus compatriotas, esos hombres de traje negro, anteojos de sol y minúsculos micrófonos eran el paradigma de seguridad, inteligencia y confidencialidad del titular de la Casa Blanca.
Ahora resulta que la guardia pretoriana que había jurado proteger con su vida la del presidente se divertía en noches de salsa, ron y sábanas caribeñas. Antes, semejantes escándalos libidinosos eran patrimonio de la comitiva que acompañaba a los presidentes de América del Sur.
Caso 3: en el vestuario del estadio del Bayern Munich, de Alemania, le robaron tres pares de botines a Cristiano Ronaldo y varias prendas deportivas a otros jugadores, antes del inicio del partido semifinal de la Liga de Campeones. El vestidor es tan lujoso como una boutique, se prepara horas antes del partido, tiene cámaras de seguridad y es inexpugnable para periodistas, simpatizantes o dirigentes no autorizados. A más de preguntarse por qué Cristiano necesita tres pares de zapatos para un partido, Europa se indigna por robos que ni siquiera ocurren más en los estadios del Paraguay.
El primer mundo ya no es lo que era. Y nosotros tampoco. Hoy, hasta podríamos enseñarles como salir de crisis económicas catastróficas. No somos tan distintos. Sudamericanizados como están, bueno sería que empiecen por borrar el tonito despectivo.

jueves, 19 de abril de 2012

Llegar a la meta sin correr ?


Un día, «Charlie Brown» (el de las tiras cómicas) estaba en el patio trasero de su casa practicando tiro al blanco con su arco y sus flechas.
Templaba el arco y lanzaba la flecha a una cerca. Luego, iba donde había caído la flecha y dibujaba un blanco a su alrededor.
Luego de tirar varias flechas y arcos más tarde, Lucy le dijo:
 «No puedes practicar tiro al blanco de esa manera. Primero dibuja el blanco, entonces tira la flecha». La respuesta de «Charlie» fue: «Lo sé, pero si lo haces a mi manera, ¡nunca fallarás!»

Lamentablemente, muchas personas conducen sus vidas como «Charlie» a las flechas. Nunca dibujan un blanco, por lo tanto nunca fallan el blanco. Pero nunca dan en uno, tampoco.


Cuando estaba en el colegio, se terminaba de reconstruir una cancha de básketbol. Se hizo una plataforma de cemento, se puso un tablero en él y faltaba la canasta. No hay ningún problema, pensé.
Tengo una flamante pelota de baloncesto y una nueva plataforma en la cual puedo practicar. Durante unos minutos jugué con mi pelota sobre el cemento. Pronto me aburrí, y lancé la pelota al tablero una vez. Dejé que la pelota rodara fuera de la cancha y no la volví a tomar hasta que colocaron el aro. ¿Por qué? Porque no hay ninguna gracia en jugar baloncesto sin un aro. Lo bonito es tener algo por qué esforzarse. Se entiende el punto?
No es el día para seguir disparando sin tener un blanco. Has disparado una y otra vez, pero sabés, allá en el fondo, que no tenés ni meta, ni blanco ni estás caminando con propósitos firmes, lo hacés por hacer y así todo pierde el sentido.
Detente, levanta tu mirada y comienza con el anhelo de tu alma a buscar una meta, un blanco y sobre todo el gran propósito de tu vida.